escritora, periodista y crítica literaria

Un gringo en Chiapas

Federico Patán

De noche lle­gan es el segun­do libro narra­ti­vo que publi­ca Ceci­lia Urbi­na este año. La razón, des­de lue­go, es de tiem­pos edi­to­ria­les y no de exce­sos en su pro­duc­ción. Por otro lado, ambos tex­tos son rela­ti­va­men­te bre­ves, en espe­cial el que me ocu­pa hoy. No sé, des­de el lue­go, cuál pre­ce­dió a cuál en la escri­tu­ra, pero el ante­rior –La ima­gi­na­ción de Roger Donal– pre­sen­ta­ba algu­nas debi­li­da­des narra­ti­vas que éste no pade­ce.

Por prin­ci­pio de cuen­tas, la tra­ma. La de este libro me resul­ta nove­do­sa y bien urdi­da. Su ini­cio en un pun­to crí­ti­co atra­pa de inme­dia­to la aten­ción y la car­ga dra­má­ti­ca no dis­mi­nu­ye, aun­que se vea apa­ci­gua­da oca­sio­nal­men­te por esce­nas don­de un bien­ve­ni­do res­pi­ro ocu­rre. He aquí lo suce­di­do: tras vein­te años de ausen­cia, una mujer, (Megan) reapa­re­ce en la vida de Frank, para soli­ci­tar­le que se inter­ne en las sel­vas de Chia­pas y res­ca­te a su hijo, Tim, quien se ha uni­do a los zapa­tis­tas. Así de sen­ci­llo, que no de sim­ple. Al prin­ci­pio de la nove­la Frank se encuen­tra ya en la sel­va, tras su encuen­tro con Tim, y el res­to de la his­to­ria lo vamos cono­cien­do median­te esce­nas retros­pec­ti­vas.

Des­de lue­go, se tra­ta de Chia­pas des­pués de 1994. Pero con mucha inte­li­gen­cia, la narra­ción deja al ejér­ci­to zapa­tis­ta  en el tras­fon­do de lo narra­do, como pun­to de refe­ren­cia para todas las cir­cuns­tan­cias que los pro­ta­go­nis­tas comen­tan.  Que el libro está con los levan­ta­dos no  hay duda, pero esto nun­ca lle­ga al plano explí­ci­to, sino que se deri­va de las aven­tu­ras vivi­das y los diá­lo­gos sos­te­ni­dos. María, una indí­ge­na de la zona, es la repre­sen­tan­te más cons­pi­cua de lo que final­men­te se des­cri­be como una difí­cil con­vi­ven­cia de cul­tu­ras. Y María es un per­so­na­je mudo, tra­ba­ja­do en vero­si­mi­li­tud median­te una des­crip­ción de sus acti­vi­da­des.

Los pro­ta­go­nis­tas son esta­du­ni­den­ses. No caben los levan­ta­mien­tos de cejas. La tra­ma hace una equi­pa­ra­ción inte­li­gen­te entre el espí­ri­tu que se vivió hacia fines de los 60 y aquél vigen­te en Chia­pas, como avi­san­do que difí­cil­men­te se apa­ga en el hom­bre el impul­so de rebel­día ante las injus­ti­cias. Aho­ra bien, Megan fue una mili­tan­te de la izquier­da en Esta­dos Uni­dos y Frank  un perio­dis­ta que pre­fi­rió la neu­tra­li­dad, cau­sa de esa sepa­ra­ción de vein­te años entre los per­so­na­jes. De aquí uno de los pun­tos intere­san­tes de la tra­ma: Frank acep­ta inter­nar­se en la sel­va lle­va­do de sus sen­ti­mien­tos por Megan, no a cau­sa de algu­na ideo­lo­gía. Esto intro­du­ce en el jue­go de pers­pec­ti­vas otro enfo­que res­pec­to al apli­ca­do por  Megan o por su hijo Tim.

Sin embar­go, todo el pro­ce­so está vis­to des­de Frank, aun­que las tres divi­sio­nes del tex­to lle­van como títu­los los de “Tim”, “Megan”, y “Frank”. Narra­do en ter­ce­ra per­so­na, el rela­to sue­le intro­du­cir­se en las sen­sa­cio­nes y los pen­sa­mien­tos de Frank, y el res­to de los per­so­na­jes es vis­to des­de tal pers­pec­ti­va. Suce­de que Frank es la con­cien­cia viva de la tra­ma, por ser un hom­bre que no ha podi­do supe­rar el trau­ma de su con­di­ción neu­tral. De esta mane­ra, el fon­do del libro, pro­fun­da­men­te polí­ti­co, lo es por­que el pri­mer plano atien­de sin cesar a las preo­cu­pa­cio­nes espi­ri­tua­les de los per­so­na­jes.

El rela­to está bien escri­to, con aten­ción a los mati­ces que desean intro­du­cir­se en las des­crip­cio­nes y en los diá­lo­gos. Hay una serie de imá­ge­nes o de suce­sos reite­ra­dos que rit­man con mucha pro­pie­dad el paso dra­má­ti­co de lo narra­do, has­ta que se lle­ga a un final  aca­so pre­de­ci­ble, mas no por ello caren­te de fuer­za. Al con­tra­rio. Y por otro lado, es un final abier­to en el sen­ti­do de lo que pue­de acon­te­cer, espi­ri­tual y físi­ca­men­te, a los tes­ti­gos de lo ocu­rri­do.

En De noche lle­gan, títu­lo atrac­ti­vo, Ceci­lia Urbi­na ha con­se­gui­do un tex­to sobrio, con­te­ni­do, que se redu­ce a un míni­mo de cir­cuns­tan­cias anec­dó­ti­cas. Con ele­men­tos así de men­gua­dos se logra una ten­sión dra­má­ti­ca sos­te­ni­da y per­so­na­jes de cier­ta com­ple­ji­dad. Es la de Ceci­lia Urbi­na una narra­ción dig­na de leer­se.

 

Rese­ña publi­ca­da en el suple­men­to cul­tu­ral Sába­do de Uno­má­suno el 24 de diciem­bre de 1999.