La primera noticia de El silencio de los bosques me la dio la propia Cecilia Urbina. Un día me habló de ella en un café. La novela no estaba escrita, pero Cecilia sabía muy bien lo que quería hacer. Me dijo: “Steve va al Louvre y no quiere saber nada del cuadro que mira: ni su nombre ni el del autor ni la técnica empleada o la fecha de composición. Nada. Sólo quiere observar los cuadros. Así también los osos, los pájaros, las pirámides, los árboles, los bosques. Mi personaje no quiere saber y no quiere contaminarse con la información que le dan otros, el mundo, los libros. No pensé que ese pudiera ser el punto de partida de una novela. Me alegro de haberme equivocado.
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Juan Antonio Rosado
artículo publicado en Siempre
Es refrescante leer una narración fluida, que nos atrapa desde el inicio por la presencia de elementos de intriga. Una narración así nos lleva como un río y, en medio de la lectura, borra las identidades “reales”, la del autor y la del lector, para hacernos creer —divino engaño— que sólo existen los personajes y la trama que reconstruimos. Entonces, cómplices y mirones de lo que ocurre, nos alejamos de la “realidad” para luego retornar a ella de modo mucho más enriquecido. El efecto anterior me lo ha producido la última novela de Cecilia Urbina: El silencio de los bosques.
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Los artículos que se incluyen en la presente colección representan un intento de evaluar la obra narrativa de Cecilia Urbina y de empezar un diálogo sobre esta autora que la crítica y los lectores empiezan a descubrir.
CONTENIDO
Reconocimientos
El mundo de Cecilia Urbina. Una introducción
- Manuel F. Medina y Douglas J. Weatherford
Cecilia Urbina en sus propias palabras
- La escritora como crítica/La crítica como escritora: reflexiones sobre el oficio de escribir
- Cecilia Urbina se confiesa: una entrevista con Manuel F. Medina
Leer más: La ruta de las palabras: la imaginación de Cecilia Urbina
Susana Corcuera
“… en silencio hablábamos. Paciente y compañera era la noche, amante y cómplice la montaña”. Al leer la frase del subcomandante Marcos que sirve de epígrafe a De noche llegan me imaginé a Cecilia encontrándose con ella por primera vez, hace muchos años, cuando su mente empezaba a fraguar el proyecto de la novela que ahora Felou reedita. Seguramente las palabras del subcomandante la transportaron a las selvas y, como bien sabemos quienes hemos seguido su trayectoria, Cecilia no puede resistir a su llamado, como tampoco se resiste a una buena discusión política o literaria. ¿Cómo no sucumbir ante un personaje como Marcos, apasionado por esos mismos temas? ¿Cómo dejar pasar la oportunidad de internarse con él en un universo que, al igual que el de Los pasos perdidos de Carpentier, se desvanece con cada temporada de lluvia?
Federico Patán
De noche llegan es el segundo libro narrativo que publica Cecilia Urbina este año. La razón, desde luego, es de tiempos editoriales y no de excesos en su producción. Por otro lado, ambos textos son relativamente breves, en especial el que me ocupa hoy. No sé, desde el luego, cuál precedió a cuál en la escritura, pero el anterior --La imaginación de Roger Donal-- presentaba algunas debilidades narrativas que éste no padece.
Por principio de cuentas, la trama. La de este libro me resulta novedosa y bien urdida. Su inicio en un punto crítico atrapa de inmediato la atención y la carga dramática no disminuye, aunque se vea apaciguada ocasionalmente por escenas donde un bienvenido respiro ocurre. He aquí lo sucedido: tras veinte años de ausencia, una mujer, (Megan) reaparece en la vida de Frank, para solicitarle que se interne en las selvas de Chiapas y rescate a su hijo, Tim, quien se ha unido a los zapatistas. Así de sencillo, que no de simple. Al principio de la novela Frank se encuentra ya en la selva, tras su encuentro con Tim, y el resto de la historia lo vamos conociendo mediante escenas retrospectivas.