escritora, periodista y crítica literaria

Escritoras poscoloniales: literatura y política

Si retro­ce­de­mos en el tiem­po, el tér­mino colo­nia nace del con­cep­to romano de con­quis­tar, u ocu­par, terri­to­rios fue­ra de la ciu­dad-esta­do de Roma. Sin embar­go, los estu­dios actua­les se cen­tran en los pue­blos que los euro­peos, ingle­ses y fran­ce­ses prin­ci­pal­men­te, ocu­pa­ron a par­tir del Siglo XVIII y domi­na­ron total­men­te en el XIX, y que logra­ron su eman­ci­pa­ción teó­ri­ca en las déca­das de los años cin­cuen­ta y sesen­ta. Y digo teó­ri­ca por­que, a pesar de esa inde­pen­den­cia logra­da casi siem­pre a cos­ta de gue­rras crue­les y des­truc­ti­vas, muchos de ellos con­ti­núan bajo una for­ma de colo­nia­lis­mo eco­nó­mi­co y cul­tu­ral que los man­tie­ne suje­tos al poder de los ricos paí­ses indus­tria­li­za­dos.

Por otro lado, colo­nia­lis­mo impli­ca mucho más que el hecho de con­quis­tar y ocu­par terri­to­rios; con­lle­va, según Partha Chat­ter­jee, “la regla gene­ra­li­za­da de dife­ren­cia colo­nial, es decir, la pre­ser­va­ción del con­tex­to extran­je­ro del gru­po domi­nan­te”, así como “la repre­sen­ta­ción del otro como infe­rior y radi­cal­men­te dife­ren­te, por lo tan­to inco­rre­gi­ble­men­te infe­rior”1 Esta for­ma de inter­re­la­ción entre dos enti­da­des, una con­quis­ta­do­ra y la otra sub­yu­ga­da, dio lugar a des­pla­za­mien­tos y mar­gi­na­ción en los pobla­do­res nati­vos, a una ten­den­cia euro­pei­zan­te en la cul­tu­ra y a nive­les arbi­tra­rios de per­cep­ción entre el cen­tro y la peri­fe­ria. De hecho el con­cep­to de colo­nia­lis­mo no ter­mi­na con la sobe­ra­nía polí­ti­ca de los paí­ses invo­lu­cra­dos, dado que no es posi­ble una rever­sión a épo­cas pre-colo­nia­les; ese lap­so de depen­den­cia de otro poder deja una heren­cia de ideo­lo­gía, pers­pec­ti­va, acti­tud, que per­mea todos los estra­tos de la vida de dichos paí­ses.  El cen­tro per­ma­ne­ce como una refe­ren­cia; los már­ge­nes se deba­ten entre la admi­ra­ción y el recha­zo. Pero esa ambi­va­len­cia entre admi­ra­ción y recha­zo, o ren­cor, es mutua; el cen­tro año­ra, por una par­te,  el esplen­dor impe­rial per­di­do; por otra, la seduc­ción de lo exó­ti­co, lo dife­ren­te, de ese otro que ofre­ce la pers­pec­ti­va de hori­zon­tes insos­pe­cha­dos.

La lite­ra­tu­ra pos­co­lo­nial es otro tér­mino de con­no­ta­cio­nes vagas; en prin­ci­pio, desig­na a aqué­lla escri­ta por habi­tan­tes de paí­ses ante­rior­men­te colo­ni­za­dos por otras nacio­nes. La reali­dad es más com­ple­ja, pues muchos de los escri­to­res cla­si­fi­ca­dos como pos­co­lo­nia­les son exila­dos, volun­ta­rios o no, en dichas nacio­nes. Los auto­res Mish­ra y Hod­ges la defi­nen como “…la omni­pre­sen­te ten­den­cia en cual­quier lite­ra­tu­ra mar­ca­da por un pro­ce­so sis­te­má­ti­co de domi­na­ción cul­tu­ral a tra­vés de la impo­si­ción de estruc­tu­ras impe­ria­lis­tas de poder”  y que “está ya implí­ci­ta en los dis­cur­sos del colo­nia­lis­mo”2.

Al tér­mino pos­co­lo­nial, como cate­go­ría de estu­dios de géne­ro, se le cri­ti­ca por sus impli­ca­cio­nes euro­cén­tri­cas; es decir, pre­su­po­ne que la expe­rien­cia colo­nial es el fac­tor más impor­tan­te en la his­to­ria de las nacio­nes invo­lu­cra­das, y deja de lado los perio­dos ante­rio­res. Pre­fie­ro uti­li­zar en este tex­to una cla­si­fi­ca­ción de tin­tes menos eru­di­tos, la que acu­ña­ron los cate­drá­ti­cos aus­tra­lia­nos Ash­croft, Grif­fiths y Tif­fin para­fra­sean­do una exi­to­sa serie fíl­mi­ca de los años 70: el impe­rio con­tra­es­cri­be. Hay en esa fra­se una suge­ren­cia de des­qui­te lúdi­co: la revan­cha a tra­vés de las letras, una recon­quis­ta cuyas armas serían las ideas y la pala­bra. La recon­quis­ta del cen­tro por los már­ge­nes. El impe­rio que con­tra­es­cri­be es vas­to y mul­ti­fa­cé­ti­co; sus miem­bros están espar­ci­dos por el mun­do, han sur­gi­do en Sri­lan­ka, Gua­da­lu­pe, Jamai­ca, Tri­ni­dad, el Afri­ca ára­be y negra, Asia, para ir a esta­ble­cer­se, muchos de ellos, en las capi­ta­les y las uni­ver­si­da­des de Occi­den­te.

Esta heren­cia cul­tu­ral de la colo­nia, con todo lo que con­lle­va de uni­ver­sa­li­dad y de aspi­ra­ción a ese lejano ideal de enten­di­mien­to entre nacio­nes y pue­blos, está inde­le­ble­men­te uni­da a otra, polí­ti­ca, de con­se­cuen­cias diver­sas. En Asia y el sub­con­ti­nen­te indio los con­quis­ta­do­res encon­tra­ron pue­blos de raí­ces ances­tra­les mucho más anti­guas y fir­mes que las suyas. Tal es el caso de la India, que vio alte­ra­do su cur­so his­tó­ri­co por el inter­me­dio colo­nial pero con­ser­vó una cul­tu­ra en par­te enri­que­ci­da por las nue­vas corrien­tes (aun­que la par­ti­ción arbi­tra­ria de Pakis­tán y Ban­gla­desh hace paten­tes toda­vía los con­flic­tos de la inter­fe­ren­cia extran­je­ra). Las escri­to­ras indias, algu­nas de las más cono­ci­das y pre­mia­das entre  las lla­ma­das pos­co­lo­nia­les, ofre­cen un tes­ti­mo­nio fiel de esta sim­bio­sis y desa­fían la pro­fe­cía de Kipling: “El orien­te es el orien­te y el occi­den­te es el occi­den­te y nun­ca ambos se encon­tra­rán mien­tras per­ma­nez­can el cie­lo y la tie­rra”. Ani­ta Des­ai, Jum­pa Lahi­ri, Bha­ra­ti Mukher­jee, Arundha­ti Roy explo­ran una nue­va India y dejan de lado el pasa­do colo­nial sin igno­rar su heren­cia; Arundha­ti Roy, en su pri­me­ra y úni­ca nove­la has­ta hoy, El dios de las peque­ñas cosas, pre­mia­da con el Boo­ker, enfo­ca el con­flic­to de cas­tas y cons­tru­ye un rela­to de la vida en la India de hoy, con ecos tan uni­ver­sa­les que su nove­la ha sido uno de los mayo­res éxi­tos mun­dia­les de los últi­mos tiem­pos; Ani­ta Des­ai con­tras­ta, en Fas­ting, Feas­ting (Ayuno y fes­ti­vi­dad) la cali­dez del ambien­te indio con la fría efi­cien­cia de la vida nor­te­ame­ri­ca­na; Jum­pa Lahi­ri en El buen nom­bre,  Bha­ra­ti Mukher­jee en Jas­mi­ne incur­sio­nan en la difí­cil adap­ta­ción a la vida en los Esta­dos Uni­dos o Ingla­te­rra de los emi­gra­dos indios y sus esfuer­zos por inte­grar­se sin per­der sus raí­ces.

En estos casos se da una doble recon­quis­ta; las auto­ras, y des­de lue­go auto­res, indios han inva­di­do el mun­do de las letras, han enri­que­ci­do la len­gua y la ima­gi­na­ción anglo­sa­jo­nas, han reci­bi­do los pre­mios antes reser­va­do a ciu­da­da­nos bri­tá­ni­cos y nos han ense­ña­do su cul­tu­ra y sus cos­tum­bres sin idea­li­zar­los.

El caso de Afri­ca es tris­te­men­te dis­tin­to. “Los pode­res euro­peos crea­ron esta­dos duran­te su ocu­pa­ción del continente…Fueron, y siguen sien­do, esta­dos con­quis­ta­dos, inte­gra­dos por pue­blos de dife­ren­tes lega­dos polí­ti­cos, cul­tu­ra­les, reli­gio­sos e ideo­ló­gi­cos sin una sen­si­bi­li­dad trans­na­cio­nal iden­ti­fi­ca­ble sal­vo por un con­jun­to u orga­ni­za­ción capaz úni­ca­men­te de racio­na­li­zar la explo­ta­ción de los recur­sos natu­ra­les del con­ti­nen­te para bene­fi­cio de los capi­ta­lis­tas del mun­do occi­den­tal”3. Las fron­te­ras de Afri­ca son arbi­tra­rias y dañi­nas; las barre­ras  vir­tua­les que impi­den las migra­cio­nes natu­ra­les de pue­blos nóma­das habi­tua­dos a la bús­que­da de agua y ali­men­to en épo­cas de sequía o aqué­llas que aglo­me­ran anti­guas tri­bus en enti­da­des geo­po­lí­ti­cas cir­cuns­tan­cia­les han dado lugar a  las peo­res tra­ge­dias del siglo pasa­do y de éste: ham­bru­nas, geno­ci­dio, mise­ria y éxo­do for­zo­so de pue­blos ente­ros con la con­se­cuen­te alte­ra­ción eco­nó­mi­ca y cul­tu­ral que pro­du­ce en los terri­to­rios limí­tro­fes. Según el pro­fe­sor Her­bert Ekwe-Ekwe, his­to­ria­dor nige­riano y direc­tor del Ins­ti­tu­to de Estu­dios Trans­cul­tu­ra­les de Dakar, en las gue­rras inter­nas de Ugan­da, Zai­re, Repú­bli­ca del Con­go, Etio­pía, Soma­lia, Rwan­da, Burun­di, Libe­ria, Sie­rra Leo­na, Gui­nea- Bis­sau, Gui­nea del Sur, Cos­ta de Mar­fil y Sudán han muer­to 12 millo­nes de per­so­nas. Con los tres millo­nes de muer­tos en Bia­fra, el total se ele­va a 15 millo­nes de indi­vi­duos ase­si­na­dos en los esta­dos afri­ca­nos en los últi­mos cua­ren­ta años. ¿Qué tan cons­cien­tes esta­mos de estas cifras? El pasa­do colo­nial fue un ensa­yo de las masa­cres actua­les; según comen­ta Mario Var­gas Llo­sa4, “detrás de la vio­len­cia en que se deba­te toda­vía este des­di­cha­do país se deli­nea la som­bra de Leo­pol­do II de Bégi­ca que con­quis­tó el Con­go sin dis­pa­rar un solo tiro y  con­si­guió en menos de 20 años ani­qui­lar a por  lo menos 10 millo­nes de sus súb­di­tos afri­ca­nos”. En una extra­or­di­na­ria nove­la, La Biblia enve­ne­na­da, la escri­to­ra nor­te­ame­ri­ca­na Bar­ba­ra King­sol­ver narra la his­to­ria del Con­go moderno y las múl­ti­ples for­mas que el colo­nia­lis­mo for­mal e infor­mal asu­me. Hay otras tra­ge­dias que se han hecho paten­tes ante los ojos del mun­do: las foto­gra­fías de niños mori­bun­dos en Soma­lia, el geno­ci­dio de Rwan­da, actual­men­te la cam­pa­ña con­tra la polí­ti­ca de vio­la­ción a muje­res como un arma sis­te­ma­ti­za­da de com­ba­te en el Con­go, el geno­ci­dio en Sudán que se per­pe­túa en la zona de Dar­fur.  La tra­ge­dia de Afri­ca es múl­ti­ple, com­ple­ja y tie­ne sus raí­ces en esas frá­gi­les cul­tu­ras explo­ta­das sin com­pa­sión duran­te déca­das por los pode­res euro­peos que al par­tir, obli­ga­dos por la corrien­te inevi­ta­ble de los nacio­na­lis­mos y las sub­se­cuen­tes inde­pen­den­cias, deja­ron eco­no­mías depau­pe­ra­das y sis­te­mas polí­ti­cos inope­ran­tes.

Dice A.S. Byatt. “un impul­so pode­ro­so a la pro­duc­ción de nove­la his­tó­ri­ca ha sido el deseo polí­ti­co de narrar las his­to­rias de los mar­gi­na­dos, los olvi­da­dos, los ausen­tes del regis­tro ofi­cial”5. Des­de su posi­ción pri­vi­le­gia­da de muje­res inte­lec­tua­les, bilin­gües, las escri­to­ras pos­co­lo­nia­les miran al pasa­do, el suyo o el de sus nacio­nes, con una inten­ción no sólo uni­ver­sa­lis­ta sino de rei­vin­di­ca­ción de aqué­llos cuyas vidas han sido arra­sa­das por la gue­rra, la escla­vi­tud, el ham­bre y tan­tos males que per­si­guie­ron, y per­si­guen aún, a con­ti­nen­tes ente­ros. Tam­bién miran al pre­sen­te, con la  inten­ción de rela­tar la vida loca­lis­ta o glo­ba­li­za­da de socie­da­des que cabal­gan entre dos mun­dos.

Es difí­cil, en el espa­cio de una ponen­cia, deci­dir qué auto­ras son las más sig­ni­fi­ca­ti­vas; en este caso ele­gí sólo una, nige­ria­na, –poco cono­ci­da en el mun­do de habla espa­ño­la–, Chi­ma­man­da Ngo­zi Adi­chie, por su cali­dad lite­ra­ria des­de lue­go pero tam­bién por­que su nove­la La mitad de un sol ama­ri­llo ejem­pli­fi­ca de mane­ra espe­cial el infor­tu­na­do dile­ma afri­cano ya men­cio­na­do.

Antes de hablar de la nove­la es impor­tan­te situar­la en la his­to­ria: la gue­rra geno­ci­da de Nige­ria con­tra Bia­fra. De 1967 a 1970, el gobierno mili­tar fede­ral nige­riano enca­be­za­do por el gene­ral Yaku­bu Gowon libró una gue­rra de exter­mi­nio en con­tra del pue­blo Igbo den­tro de un limi­ta­do terri­to­rio (la par­te más den­sa­men­te pobla­da de Áfri­ca fue­ra del área del Nilo) en la cual los ata­ca­dos no tenían acce­so a un esta­do neu­tral o ami­go que les ofre­cie­ra la posi­bi­li­dad de refu­gio. El ini­cio del con­flic­to, que recuer­da el caso de Rwan­da y el actual de Sudán, fue la masa­cre de inte­gran­tes de raza Igbo duran­te los meses de mayo a octu­bre de 1966; alre­de­dor de 100,000 Igbo fue­ron caza­dos y ase­si­na­dos en sus casas, ofi­ci­nas, escue­las y hos­pi­ta­les o en las esta­cio­nes de tren y auto­bús al tra­tar de esca­par a su región nati­va en la par­te orien­tal de Nige­ria. De  ahí la sece­sión, efí­me­ra y trá­gi­ca, de lo que fue por tres años la Repú­bli­ca de Bia­fra (1967–70) y que legó al mun­do el tris­te­men­te céle­bre tér­mino de bia­frano para desig­nar a alguien a pun­to de morir de ham­bre. El gobierno fede­ral de Nige­ria tuvo el con­sen­ti­mien­to táci­to de los Esta­dos Uni­dos y el apo­yo de Gran Bre­ta­ña, Rusia y la mayo­ría de los paí­ses afri­ca­nos (con excep­ción de Tan­za­nia, Zam­bia y Cos­ta de Mar­fil) en una gue­rra que cos­tó 3  millo­nes de muer­tos Igbo y con­cen­tró a otros tres millo­nes en un terri­to­rio de 2,500 kms26 sin ali­men­tos, agua o medi­ci­nas sal­vo por los esca­sos vue­los de ayu­da que logra­ban ate­rri­zar en las pis­tas clan­des­ti­nas.

La mitad de un sol ama­ri­llo (Half of a Yellow Sun7) fue el emble­ma de Bia­fra y es el títu­lo de la nove­la de Chi­ma­man­da Ngo­zi Adi­chie, escri­to­ra naci­da en Nige­ria, galar­do­na­da con varios pre­mios y pro­fe­so­ra de la Uni­ver­si­dad de Prin­ce­ton. Actual­men­te divi­de su tiem­po entre los Esta­dos Uni­dos y Nige­ria. Su inte­rés en la his­to­ria de Bia­fra es per­so­nal: sus dos abue­los murie­ron duran­te la gue­rra.

La mayo­ría de las obras de este tipo, como men­cio­na A.S. Byatt, pre­ten­den recu­pe­rar la memo­ria de los mar­gi­na­dos; en este caso, Ngo­zi pre­sen­ta a dos pro­ta­go­nis­tas, her­ma­nas geme­las hijas de un pro­mi­nen­te Igbo, hom­bre de nego­cios de dudo­sa éti­ca, ínti­ma­men­te rela­cio­na­do en las esfe­ras polí­ti­cas. Kai­ne­ne y Olan­na Ozo­bia, edu­ca­das en Ingla­te­rra, son ricas, de reli­gión cató­li­ca y per­te­ne­cen a una eli­te cos­mo­po­li­ta que habla inglés con acen­to oxfor­diano y se rela­cio­na en círcu­los inter­na­cio­na­les. Es un acier­to de la auto­ra tran­si­tar por todas las esfe­ras socia­les de Nige­ria; otros per­so­na­jes son el aman­te y más tar­de espo­so de Olan­na, Ode­nig­bo, pro­fe­sor uni­ver­si­ta­rio de opi­nio­nes polí­ti­cas radi­ca­les; Richard Chur­chill, aman­te de Kai­ne­ne, el inglés sedu­ci­do pri­me­ra­men­te por el arte Igbo y des­pués por la nige­ria­na alti­va y fría; y, en pri­mer plano, Ugwu, el mucha­chi­to pue­ble­rino lle­va­do por su tía a tra­ba­jar a la casa de Ode­nig­bo. El con­cep­to de hou­se­boy es difí­cil de tra­du­cir lin­güís­ti­ca y cul­tu­ral­men­te: impli­ca el sir­vien­te gene­ral que se encar­ga de todo, des­de la lim­pie­za has­ta la coci­na. Es sin­to­má­ti­co que Ugwu se refie­ra a Ode­nig­bo como Mas­ter – amo –, uti­li­zan­do un tér­mino emi­nen­te­men­te colo­nial.

La voz narra­ti­va, siem­pre en ter­ce­ra per­so­na, osci­la en pun­tos de vis­ta; cono­ce­mos a los per­so­na­jes, Olan­na y Ode­nig­bo, a tra­vés de la mira­da de Ugwu, y gran par­te de la tra­ma depen­de de ella. El acier­to de esta estra­te­gia es que Ugwu cre­ce en años y expe­rien­cia, lle­ga a cono­cer ínti­ma­men­te a su amo, se ena­mo­ra pla­tó­ni­ca­men­te de la bellí­si­ma Olan­na y rela­ta su pro­pia vida y la de sus patro­nes con intui­ción y sen­si­bi­li­dad. Pero tam­bién vemos por los ojos de Olan­na, y este ir y venir per­mi­te abar­car el cho­que de cul­tu­ras entre el mun­do occi­den­ta­li­za­do de las her­ma­nas y sus pare­jas y el “pri­mi­ti­vo” del Ugwu niño/joven y de otros per­so­na­jes como la madre de Ode­nig­bo.  

La estruc­tu­ra de la nove­la jue­ga con dos tiem­pos; los años sesen­ta tem­pra­nos y tar­díos, inter­ca­la­dos de for­ma equi­li­bra­da, y peque­ños pasa­jes con el títu­lo El mun­do se man­tu­vo en silen­cio mien­tras moría­mos, supues­ta­men­te  par­te de libro que Richard Chur­chill escri­be y que ofre­cen apun­tes de cor­te his­tó­ri­co. La sec­ción de los pri­me­ros años de la déca­da de los sesen­ta des­cri­be el esque­ma fami­liar de las her­ma­nas. El padre es de una ambi­ción tal que apa­ren­te­men­te está dis­pues­to a ofre­cer a su hija Olan­na: “se pre­gun­tó en qué for­ma su padre había pro­me­ti­do al jefe Okon­ji un affair con ella a cam­bio del con­tra­to. ¿Lo habían habla­do  cla­ra­men­te o era sólo una impli­ca­ción?”8 Esta par­te abor­da tam­bién una amplia gama de temas. Olan­na bus­ca otro mun­do, el de un hom­bre inte­lec­tual que obser­va y ana­li­za a su país y su socie­dad: “El pan­afri­ca­nis­mo es una noción fun­da­men­tal­men­te euro­pea… la úni­ca fuen­te de iden­ti­dad autén­ti­ca del afri­cano es la tribu…soy nige­riano por­que un hom­bre blan­co creó a Nige­ria y me dio esa iden­ti­dad”9, dice Ode­nig­bo. Cuan­do sur­ge el con­flic­to entre Olan­na y la madre de Ode­nig­bo, que la recha­za y la insul­ta, él lo expli­ca así: “la ver­da­de­ra tra­ge­dia de nues­tro mun­do pos­co­lo­nial no es que la mayo­ría de la gen­te no pudo opi­nar acer­ca de si que­ría o no este nue­vo mun­do; es que a esa mayo­ría no se le die­ron los medios para nego­ciar este mun­do nue­vo”.

Una bue­na nove­la se ale­ja del con­cep­to pan­fle­ta­rio y cons­tru­ye su tesis sobre una pro­ble­má­ti­ca de cor­te humano; en ésta lo hay, a tra­vés de ele­men­tos vita­les en las rela­cio­nes entre indi­vi­duos. Las her­ma­nas son geme­las muy dife­ren­tes; la belle­za extra­or­di­na­ria de Olan­na encuen­tra su equi­li­brio en la auto­no­mía y segu­ri­dad de Kai­ne­ne. La tra­ma trans­cu­rre entre con­flic­tos que afec­tan a las dos pare­jas; son cua­tro indi­vi­duos de ante­ce­den­tes dis­tin­tos, de per­so­na­li­da­des fuer­tes que inter­ac­túan y cho­can cau­san­do rup­tu­ras que sana­rán cuan­do las cir­cuns­tan­cias no per­mi­tan ya con­si­de­ra­cio­nes de índo­le per­so­nal. Es Ugwu el eje, moral y emo­cio­nal, de la nove­la; su fide­li­dad sin lími­tes hacia sus amos (amplia­men­te corres­pon­di­da), su nece­si­dad de apren­der y com­pren­der, su madu­ra­ción dolo­ro­sa lo con­vier­ten en el pro­ta­go­nis­ta de un con­mo­ve­dor bil­dungs­ro­man para­le­lo.

En la par­te de los sesen­ta tar­díos apa­re­ce otro pro­ta­go­nis­ta: Bia­fra. “¡Ha naci­do Bia­fra! ¡Sere­mos los líde­res del Áfri­ca negra!” gri­ta Ode­nig­bo, entu­sias­ma­do. El sím­bo­lo del sol ama­ri­llo ofre­ce espe­ran­za, segu­ri­dad, independencia…en la ima­gi­na­ción. En la reali­dad, muer­te, ham­bre y el exi­lio de su líder que no per­ma­ne­ce a acom­pa­ñar a su pue­blo has­ta el final, ante lo cual pien­sa Olan­na:” su sen­ti­mien­to no era de haber sido derro­ta­da; era de haber sido enga­ña­da”. Des­pués de algu­nos triun­fos tan espec­ta­cu­la­res como ines­pe­ra­dos, las fuer­zas bia­fra­nas pier­den terreno en una lucha des­igual; los comu­ni­ca­dos  ofi­cia­les hablan de éxi­to, logros, de pla­zas arre­ba­ta­das al enemi­go, pero la reali­dad se impo­ne y siguen meses de des­gas­te y con­fu­sión. Vemos a estas muje­res, antes pri­vi­le­gia­das, comer gri­llos asa­dos, cazar lagar­ti­jas como úni­ca fuen­te de pro­teí­nas, sufrir por los vien­tres abul­ta­dos de los niños a pun­to de morir: la lar­ga ago­nía de un pue­blo con­de­na­do. El tér­mino bia­frano ha naci­do jun­to con el país.

Ngo­zi Adi­chie no es mani­quea; si bien  en lo polí­ti­co su pos­tu­ra es ine­quí­vo­ca, des­de el pun­to de vis­ta humano se ale­ja de los abso­lu­tos. El régi­men nige­riano es bru­tal y su ejér­ci­to lo refle­ja; pero los sol­da­dos bia­fra­nos hacen una feroz cons­crip­ción for­za­da, vio­lan, gol­pean. La vio­len­cia engen­dra vio­len­cia, nos dice, y nadie es inmu­ne a la cruel­dad.

 Es impo­si­ble resu­mir un libro de 500 pági­nas en una ponen­cia. Qui­sie­ra que­dar­me con el con­cep­to: una nove­la que rela­ta la vida de cin­co per­so­na­jes y la tra­ge­dia de un país que ocu­pó un lugar en los mapas duran­te unos meses y pagó con la vida de tres millo­nes de sus habi­tan­tes.

1. Chat­ter­jee, Partha, “The Nation and its Frag­ments” , Colo­nial and Post­co­lo­nial His­to­ries, Prin­ce­ton, Princeton1993, pp 10 y 33

2. Mish­ra, Vihay, y Hod­ge, Bob, What is Post-Colo­nia­lism? Tex­tual prac­ti­ce 5, 1991, p 284

3. Ekwe-Ekwe, Her­bert, The Bia­fra War and the Age of Pes­ti­len­ce, http://litencyc.com/thelite­rary magazine/biafra.php

4. Var­gas Llo­sa, Mario, La aven­tu­ra colo­nial, perió­di­co Refor­ma. Diciem­bre 30, 2008, Inter­na­cio­nal, p‑2.

5. Byatt, A.S. On His­to­ries and Sto­ries, Har­vard, 2000,  p 11

6. Ekwe-Ekwe, Her­bert, The Bia­fra War and the Age of Pes­ti­len­ce , http://litencyc.com/theliterarymagazine/biafra,php

7. Ngo­zi Adi­chie, Chi­ma­man­da, Half of a Yellow Sun, Alfred A Knopf, Nue­va York, 2007

8. Ibid p 32

9. Ibid p.20